Acariciando mitos, nace el alba
donde el sueño bordaba fantasía.
Existía un lugar con mil acciones,
todas brotadas desde la alegría.
El mito alado entonces te llevaba,
a latitudes vírgenes y baldías;
y allí sabías cuánto vale el aire,
vivir, mirar, oler, sentir la poesía.
Allí cedía el reloj a tu deseo,
y el espacio dócil se rendía;
cerrabas y abrías tus párpados,
y el mundo cedía de porfía.
La dicha mediaba todo enojo
que la materia hostil te devolvía;
reinaba solo el reino del ensueño,
y tu fervor su cima bendecía.
No faltaba dinero ni la carne,
ni sombra de muerte, ni agonía;
con tu amor recorrías cada sueño,
al fin alzado, pura armonía.
Mas todo fin, al fin, nos precipita:
del mito erguido pende la vigilia;
llega la realidad, golpea y grita alto,
¡PAM! Despiertas, y el milagro ya se vacía.

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