Vacío… vacío inconstante en mi cabeza
me tienes siempre preso
de los sueños del ayer.
¿Para qué…?
para que el abismo nos reclame
y caigamos sin saber.
Y poco a poco esta cárcel de piel
empieza a estorbarme;
las lágrimas saben a amarga hiel,
y encima gente que no sabe
quiere que me sienta bien.
No pararé hasta hacer que el mundo se detenga
y que toda esta angustia acabe;
no pararé hasta descubrir qué hace
que mi mente no sea capaz de contener
ese frenesí que hace envidiar
a todo el que lo invade.
Ese sentir… esa alegría
que muchos dicen es la clave,
la clave del éxito que hace
que la imaginación se desate
y la realidad se vuelva inmunda
como quien la persigue.
Ya que, quien dice
que no hay que soñar
está loco de remate;
y quien dice que en el amor
no ha de morar su tiempo
es que nunca probó tal delicia
que literariamente te deja en jaque,
cuando el desamor es el mate.
Pero, ¿qué más da?
Todos quieren quedarse en el umbral:
retener la emoción y el peligro,
olvidar qué era sentir, qué era llorar,
y dejar para después de morir este debate.
